lunes, 17 de noviembre de 2008

Espectáculo porteño

Aún no era de noche pero las luces artificiales comenzaban a lucirse. Estábamos en ese cruce de peatonales, muy conocido de microcentro, más precisamente, entre Lavalle y Florida. La gente pasaba y pasaba. Pero era una multitud la que se quedó a ver el mismo espectáculo que nosotros.
La música empezó a sonar. Eso indicó el inicio de un gran show. Estaba todo listo. Todo el maquillaje perfectamente recostado sobre los rostros de dos sujetos, que estaban atrapados dentro de un traje de tango.
Yo estaba allí, fotografiándolo todo, captando cada detalle, cada imagen visual. Aquel que me llevaba en sus manos me oprimía el botón del zoom, cada dos por tres.
En un momento se detuvo y dejó de utilizarme para sacar fotos y comenzó a grabarlo todo en mi memoria. Lo recuerdo perfectamente: esos pares de pies y piernas bailaban al compás de la música que sonaba. Era increíble, las piernas de eso sujetos se hacían un nudo y se desataban sin ningún problema.
Todo el mundo que estaba allí, curioseando y utilizando unos aparatitos iguales a mí, comenzó a irse luego de haber finalizado el show. Algunos, dejaban alguna propina, como siempre, unos más generosos que otros. Mi dueño y yo, por ejemplo, pedimos alguna cuenta de correo electrónico y prometimos enviar las fotografías que habíamos tomado; las que en realidad, gracias a mí, pudo obtener con esa variedad de luces y acercamientos que yo le ofrecía.
Ya casi no quedaba nadie. Todos iban tomando su propio rumbo. Yo sólo quería descansar, deseaba que mi dueño me apagara de una buena vez.
Los bailarines guardaron todas sus cosas y se marcharon.
Esa encrucijada se quedó vacía. Era de noche, ya casi no quedaba nadie por esas calles. Las luces de los negocios fueron muriendo poco a poco.
Pronto, el brillo de los artistas se había borrado y sólo quedó un haz de luz de una luna egoísta que se ocultaba detrás de las nubes.


Nati:D